Cómo perdonar a quienes te lastiman
Vivimos en tiempos peligrosos. Y por eso, muchos de nosotros estamos tirando la bondad y la bondad al viento. Cada vez es más difícil para las personas corresponder con amabilidad y expresar gratitud por las buenas obras que se les hacen.
En lugar de mostrar aprecio, muchos suelen recurrir al mal cuando no se satisfacen sus expectativas de benevolencia. Esta es ahora una tendencia en nuestras sociedades y muchos buenos cristianos se están desanimando.
Hacer el bien, para el cristiano, simplemente no es una opción. Como nos recuerda Pablo: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). En Nigeria, nuestras iglesias están llenas de lobos vestidos de ovejas. Uno esperaría que la Iglesia de Dios fuera un refugio, pero incluso en la Iglesia tenemos demasiados hermanos falsos que hacen daño a la “familia de la fe” en lugar de hacer el bien.
El dolor más profundo es el que recibes de aquellos a quienes has acercado mucho a ti, aquellos por quienes confiaste y te sacrificaste. David tuvo la misma experiencia y expresó su dolor al respecto: “Hasta mi mejor amigo, en quien confiaba plenamente, el que compartía mi comida, se ha vuelto contra mí” (Salmo 41:9).
Esto es lo que les está sucediendo a muchos buenos cristianos hoy. Pero, ¿debería esto disuadirnos de permanecer fieles al llamado de Cristo y hacer el bien? La respuesta es obvia.
Lamentablemente, el diablo está obrando y utiliza a personas que ignoran sus planes para impedir que aquellos que están destinados al cielo muestren amor y cuidado a las personas que los rodean. Algunas personas profesan a Cristo, pero no están interesadas en seguirlo, y el diablo usa a esas personas para desanimar a otros que son celosos del Reino de Dios. Las Escrituras nos recuerdan que debemos ser obedientes y vigilantes, “para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).
No olvidemos que los cristianos somos humanos y, a veces, las luchas internas chocan con el Espíritu. La mayoría de las veces la lucha es tan abrumadora que nuestra carne gana. Respondemos con vitriolo, odio y violencia, abandonando el llamado de Cristo.
Cada vez es más difícil no reaccionar ante la maldad de hombres y mujeres. Sin embargo, el ejemplo de Cristo y Esteban nos recuerda que debemos pedir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Realmente, la mayoría de ellos no saben lo que están haciendo.
Este punto de oración es un antídoto contra los dolores, las heridas emocionales y las cicatrices que provienen de las decepciones del mundo e incluso de amigos cristianos cercanos. Hacer esta oración diariamente por aquellos a quienes el enemigo ha utilizado para herirnos en el pasado puede traer perdón y comprensión a un corazón enfermo.
Para que no olvidemos que “a nadie paguen mal por mal” (Romanos 12:17) no es una sugerencia sino un mandamiento bíblico. Debemos decidir no buscar nunca venganza sino bendecir a los demás. Que nuestra luz de buenas obras hacia aquellos que nos han herido los lleve al arrepentimiento.