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Inversiones Eternas

Invertir en la vida de una persona es una expresión real del amor de Dios.

Inversiones Eternas

"Cuando invertimos en alguien, esa persona puede a su vez invertir en otros, creando un efecto multiplicador". | Imagen de Tumisu en Pixabay

Hace algunos años, el hijo menor de unos amigos de mis padres me llamó por teléfono, pidiéndome que lo recibiera en mi casa. Él y su familia vivían en otra ciudad, y él venía a mi ciudad a probarse para un equipo local de fútbol. Lo recibí con gusto y, como su familia no podía pagar sus gastos en ese momento, le dije que no se preocupara, que yo lo apoyaría económicamente y que me pagara cuando tuviera éxito. Gracias a sus cualidades físicas y destreza, este joven logró ser aceptado en un equipo de segunda división. Pronto ascendió y se consolidó como el capitán de uno de los más importantes equipos de fútbol del país. Logró el éxito que deseaba y pudo ayudar a toda su familia.

Invertir en la vida de alguien puede parecer una acción pequeña, pero sus efectos pueden ser enormes y duraderos. Cuando dedicamos tiempo, esfuerzo y recursos para ayudar a alguien a cambiar su vida o a lograr algo importante, estamos plantando semillas que pueden florecer y multiplicarse, afectando a muchas otras personas de manera indirecta. Este concepto de inversiones eternas se ve en toda la Biblia.

En el Antiguo Testamento, hay muchos ejemplos de personas que invirtieron en la vida de otros y, a través de ellos, llegaron a tocar las vidas de muchas más personas. Moisés, por ejemplo, invirtió en Josué. Bajo la guía de Dios, Moisés lideró al pueblo de Israel fuera de Egipto y a través del desierto. Durante este tiempo, Moisés dedicó mucho esfuerzo a enseñar y preparar a Josué para que se convirtiera en el líder que guiaría a Israel a la Tierra Prometida. Esta inversión en la vida de Josué no solo aseguró la continuidad del liderazgo, sino que también garantizó la realización del plan de Dios para su pueblo.

Otro ejemplo es Elías y Eliseo. Elías, un poderoso profeta, encontró a Eliseo y lo tomó como su discípulo. Invirtió tiempo y enseñanzas en preparar a Eliseo para que continuara su ministerio. Cuando Elías fue llevado al cielo, Eliseo asumió el rol de profeta y realizó milagros aún mayores que Elías, tocando la vida de muchos en Israel.

Pero el mejor ejemplo de inversión en la vida de otros lo encontramos en Jesús. Jesús dedicó gran parte de su tiempo a enseñar, guiar y formar a sus doce discípulos. Les enseñó con su ejemplo y sus palabras, preparándolos para la tarea de continuar su misión después de su partida. La inversión de Jesús en sus discípulos tuvo un impacto que continúa hasta hoy. Después de su resurrección y ascensión, los discípulos, llenos del Espíritu Santo, salieron a predicar el Evangelio y establecieron la iglesia cristiana en todo el mundo. Sus enseñanzas y acciones, registradas en el Nuevo Testamento, han tocado y transformado innumerables vidas a lo largo de los siglos.

Invertir en la vida de otras personas es necesario por muchas razones. Puede hacer que nuestro impacto se multiplique. Cuando invertimos en alguien, esa persona puede a su vez invertir en otros, creando un efecto multiplicador que puede alcanzar a muchas más personasde las que nosotros podríamos tocar directamente. También nos ayuda a cumplir la misión que Jesús nos dio de hacer discípulos en todas las naciones. Al invertir en otros, estamos ayudando a expandir el reino de Dios en la tierra.

Invertir en la vida de una persona es una expresión real del amor de Dios. Al dar nuestro tiempo, experiencias de vida, conocimiento y recursos, mostramos el amor de Cristo de manera práctica y significativa.

El propósito de invertir en otros va más allá del beneficio inmediato de la persona en la que invertimos. Se trata de construir algo eterno y duradero. Al hacerlo, no solo ayudamos a cambiar sus vidas, sino que también permitimos que el impacto de nuestra inversión se extienda a muchos otros más. Tal como Jesús invirtió en sus discípulos, nosotros también estamos llamados a invertir en la vida de otros, creando un legado espiritual que trasciende el tiempo y las generaciones, glorifica a Dios y expande su reino.